No es hora de discusiones, es momento de consensos

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    Hector Motta: El empresario y dirigente entrerriano continúa apostando al crecimiento de nuestro país y está convencido de que el mismo debe surgir a partir de la industria agroalimentaria. Además, anuncia la construcción de su nuevo Complejo de Bioseguridad –Co.Bi.Se. II– y renueva así su compromiso con una producción sustentable, destinada tanto al mercado interno como así también para el resto del mundo.

    Albert Einstein decía que “cualquier tonto inteligente puede hacer cosas más grandes y más complejas. Se necesita un toque de genialidad y mucho coraje para moverse en la dirección opuesta”.

    Los humanos en general, y los argentinos en particular, somos presa de la paradoja de Einstein y usualmente caemos en la sobre complejización de eventos. Pero lo cierto es que 2019 nos va a exigir a todos los argentinos una sobredosis importante de sentido común. No es tiempo de utopías, hay muchísimo en juego.

    Sin embargo, no es la primera vez que el país se ve inmerso dentro de un contexto semejante, y no son pocos los empresarios que debieron sortear las dificultades que trajeron aparejadas estos sismos. Héctor Motta es uno de ellos.

    Pero no sólo eso, el empresario y dirigente entrerriano conoce como pocos la industria avícola argentina. Así es como Motta prefiere encarar la charla desde un análisis histórico de la situación actual… “Yo creo que lo ideal sería pensar en que tal vez, el inicio del siglo XXI fue la consecuencia de lo que no supimos hacer durante un siglo XIX donde Argentina se ubicaba dentro de los diez mejores países del mundo, y se nos veía como el Granero del Mundo. Si lo intentáramos incorporar hoy a nuestro lenguaje, diría que éramos quienes estábamos capacitados para darles de comer al mundo, ya en aquel entonces.

    Indudablemente, fuimos cayendo de esa posición, tal vez porque no mantuvimos un ritmo de inversión. Y cuando digo inversión, me refiero a la inversión estratégica que le hizo falta al país en la segunda parte del siglo XX. No pensamos que Argentina debía tener muchos más puertos de los que tiene para exportar, que a esos puertos había que llegar con un sistema económico de flete y que lo ideal hubiese sido la vía fluvial, y que si no era la vía fluvial había que pensar en la rama ferroviaria –que originariamente fue excelente en nuestro país–; y si no era por la vía ferroviaria pensar en una tercera vía como una combinación de las tres, en donde las autopistas cumplieran un rol fundamental”, considera el empresario. Lamentablemente, ninguna de estas tres vías fueron desarrolladas en la medida de lo necesario y, por lo tanto, el efecto –claramente– no fue el deseado.

    Así fue como no hubo un desarrollo adecuado de puertos, no se desarrollaron vías férreas hacia los puertos y tampoco se construyeron autopistas modernas, como existen en otros lugares del mundo. “Terminamos un ciclo con una expectativa y hoy se nos viene lo que se denomina «Tormenta».

    Esta Tormenta que fue impiadosa en el 2000 y nos puso en la parte de abajo de lo que es la curvatura de una U, incluso sin saber cómo íbamos a salir”, señala Motta. Y agrega: “perdimos la moneda, y al perder la moneda perdimos hasta el respeto y la estima entre los ciudadanos… Perdimos la confianza en el sistema bancario, porque no nos querían devolver los fondos que eran de propiedad privada. Incurrimos en una serie de dilemas que nos hicieron pensar seriamente que estábamos al borde de la destrucción del país”, recuerda el empresario haciendo clara alusión a la crisis de 2001.

    CRISIS & OPORTUNIDADES

    Producto del gran esfuerzo de todos los argentinos, y al mismo tiempo, del sufrimiento de muchos, el país volvió a superar una nueva crisis.

    En ese sentido, el empresario señala que “ante la mayor de las dificultades siempre aparecen oportunidades, y creo que en ese momento se dio una coincidencia fundamental para nuestro país.

    En primer lugar, durante la década del ‘90 hubo una readecuación productiva y existía un potencial productivo que reflejaba una capacidad ociosa realmente importante. ¿Qué quiero decir con esto? Que había simplemente que encender las máquinas y comenzar a producir. Y el segundo y gran elemento fue, la aparición de la soja.

    En lo personal yo llegué a expresar que podíamos llamarle «Santa Soja»…. Fue la gran oportunidad del inicio del siglo que nos puso con un producto disponible, que parecía que era inagotable como fuente de recurso. Incluso aparecieron posteriormente las retenciones que tantos beneficios le trajeron al país en un principio, y tanto conflicto le trajeron luego, por haber sido incrementadas inadecuadamente”.

    KIRCHNERISMO

    Así fue como se inicia un siglo XXI dentro de un contexto de políticas desencontradas, con un gobierno como el de Néstor Kirchner que encontró un país con importante potencial de crecimiento y lo puso al tope de la capacidad productiva.

    Luego, la historia que todos conocemos… la asunción de Cristina Fernández y, el deseo de incrementar la fortaleza del Estado vía recaudación, aparece como un castigo para quien produce en nuestro país, comienzan a hacerse más esquivas las inversiones y se ofrecen créditos especiales que los empresarios se vean tentados a invertir.

    Al respecto, Motta recuerda a los Créditos del Bicentenario como “líneas de crédito de estímulo. Muchos de los empresarios pudimos usarlas y hubo un crecimiento de la capacidad productiva. A tal punto que en diversos sectores de la producción nacional, se logró el abastecimiento pleno y se produjo por fin el tan deseado efecto de producir más de lo que la capacidad nacional demandaba, para poder volcar todo ese excedente a la exportación”.

    Lo cierto es que se registraron muchas inversiones que comenzaron a impactar en un crecimiento del comercio exterior, lo que trajo aparejado un importante ingreso de divisas. El problema fue que no se mantuvieron las políticas económicas con un rumbo sostenido y adecuado, y el Estado se preocupó por recaudar más de lo que se podía y empezó a apropiarse –mediante el tipo de cambio– del valor de las exportaciones.

    Esto generó una pérdida de competitividad hacia fines de 2015, y se volvió a entorpecer ese camino importante que se había emprendido hacia un crecimiento de las exportaciones.

    CAMBIEMOS

    Luego, aparece la impronta de un nuevo Gobierno, con un perfil totalmente distinto al anterior, donde Mauricio Macri, quién venía del mundo empresario y con un tránsito previo como Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, se postula como candidato a Presidente de los argentinos.

    Macri gana las elecciones con una propuesta entusiasta de llevar al país hacia un rumbo importante y colocarnos internacionalmente en el lugar que habíamos perdido en aquella mitad del siglo pasado.

    “Indudablemente, cuando Macri asume el Gobierno en 2016, se pone a trabajar sin contar con el equipo necesario, y es ahí donde quizás su estrategia de una inserción rápida de Argentina en el mundo y de un desarrollo importante en lo interno, no tuvieron el resultado deseado por él, por quienes los rodeaban y por la población –que lo votó con mucha expectativa de que realmente el país cambie–, sostiene Motta. Y agrega: “yo creo que el cambio estaba fundamentado en varias cosas: en primer lugar Macri había prometido sacar al país de la pobreza extrema y al cabo de transitar 4 años, las dificultades siguen siendo las mismas. Para esto es necesario crear nuevos puestos de trabajo y que esos puestos de trabajo sean genuinos, y la generación de puestos genuinos de trabajo necesitan de una inversión importante, y esa inversión importante que necesita el país tiene que ser principalmente interna; después que la inversión interna se haya hecho por el aporte o la inversión de los propios empresarios argentinos, más la confianza que deposite el sistema bancario nacional o internacional del empresario argentino, vendrán las inversiones adicionales, el capital internacional, que cuando vea que todos los empresarios argentinos estamos volcados a la inversión permanente, también se van a ver tentados de venir a invertir en Argentina”.

    El inicio del Gobierno de Cambiemos se vio acompañado por una gran afluencia de dinero del exterior, que, lamentablemente, vino con una mirada puesta en el mundo financiero. Es decir, los inversores vieron la posibilidad de lucrar con tasas mucho más altas que las que se podían pagar en cualquier otro lugar del mundo.

    Ingresaron muchos dólares a nuestro país, pero en cambio de promover un beneficio en favor de las inversiones esperadas, causó un perjuicio, porque se comenzó a perder competitividad producto de una afluencia de dólares que provenía de la especulación.

    BARAJAR Y DAR DE NUEVO

    “Creo que hemos tenido un pasaje triste durante 2018, donde la pérdida de credibilidad del inversor extranjero, provoca que éste intente irse del país nuevamente. Esto produjo una corrida cambiaria que provocó un desajuste muy profundo de más del 50% del cambio del valor de nuestra moneda, en prácticamente en seis meses.

    Este pozo en el cual hemos caído, nos hace pensar que tenemos que comenzar una reconstrucción que esté orientada –más que nada– en concientizarnos (los argentinos), que tenemos que vivir del trabajo genuino, que tenemos que reinvertir en forma permanente como lo hemos hecho en otras épocas de nuestras vidas, que los empresarios argentinos debemos recurrir al crédito internacional para volver a hacer crecer nuestras empresas y orientarlas a nuevas inversiones que nos den productos diferenciados.

    Luego, tendremos que buscar asociaciones estratégicas en el plano internacional para que, conjuntamente con el capital argentino, vengan a invertir pensando en un país y en un modelo de desarrollo sostenido. Y cuando hablamos de un modelo de país con desarrollo sostenido, indudablemente estamos hablando de un país que debe pensarse a no menos de 25 o 30 años hacia adelante… ¿Por qué? Porque en ese momento va a participar la generación joven que está creciendo hoy, más los hijos de esa generación que tendrán que acoplarse a un nuevo modelo de país”, reflexiona el empresario.

    Asimismo, Motta considera que “hay empresarios que estamos en el momento de partida de la vida activa, que lo único que podemos dejar son las enseñanzas, habérselas transmitido nuestros hijos, haber sostenido aquellos que pudieron a lo largo del tiempo sus empresas y hacerlas crecer. Pero fuera de eso, creo que estamos en un ciclo cumplido y se necesita una nueva orientación, un nuevo empuje y sobre todo, credibilidad.

    Para esto es fundamental tener claro que este país no va a cambiar sin el aporte de capital genuino, y sin una educación sostenida; tenemos que pensar en los profesionales de la nueva era, quizás con nuevas profesiones ya también y fuera de las carreras tradicionales. Estoy convencido que hay mucho por hacer, hay mucho para pensar.

    Me parece que no es hora de discusiones, es hora de consenso, y esa generación de consenso debe confluir en objetivos comunes que nos lleven a un crecimiento sostenido de nuestro país”.

    LA INDUSTRIA AGROALIMENTARIA

    Motta sostiene que la estrategia de cada una de las empresas tiene que confluir con el gran objetivo que pueda tener el país.

    En ese sentido aclara que “este país –y creo que esto ya no se discute más–, tiene que desarrollarse a partir de la industria agroalimentaria. Es nuestro valor estratégico, con el cual tenemos que seguir desarrollándonos y sentarnos definitivamente en el mundo y permanecer en él.

    De aquí en más, tenemos que hacer inversiones fuertes en el desarrollo de nuestro campo, de nuestras tierras, ya sea para la agricultura o para una ganadería mucho más sofisticada. La ganadería ha sido desplazada por una realidad agrícola, donde los cultivos muestran que es mucho más útil usar esa tierra para la agricultura.

    Es decir, hay un corrimiento de la ganadería y la actividad tiene el desafío de desarrollarse en regiones que no lo hacía habitualmente, y van a quedar espacios para que la agricultura siga creciendo”. Ahora bien, teniendo en cuenta el desarrollo y crecimiento de la agricultura, el desafío será tratar de no exportar los granos -como sucedió históricamente– y, en cambio, enfocarnos en transformar esos granos para luego pensar en el mundo. Al margen, Motta se detiene en un aspecto verdaderamente importante a la hora de pensar en el futuro del país: “debemos tratar que las nuevas generaciones se vayan encaminando en carreras no tradicionales, que forman parte del mundo por venir.

    Porque en el mundo del futuro, esas tecnologías nos van a pemitir ingresar con mucha más facilidad, y además nos van a permitir sostenernos en esos mercados.

    Argentina tiene una gran capacidad extractiva: podemos nombrar Vaca Muerta, o el caso del litio en el Noroeste Argentino, a modo de ejemplos.

    Por lo tanto, las carreras de Ingeniería juegan un rol fundamental y es hacia donde creo que la tecnología del futuro tiene que incitar a que los jóvenes para que se inserten en ese tipo de carreras, como para incursionar en la parte de investigación, para que realmente el desarrollo sea sostenido y, a partr de allí, que podamos encontrar nuevos tipos de desarrollo. Somos capaces de generar un gran país si realmente pensamos de esta forma”.

    COMPROMISO Y ACTITUD

    Consultado sobre si en este contexto de gran inestabilidad económica y falta de previsibilidad que reina por estos tiempos en Argentina, volvería a realizar su última gran inversión, el Complejo de Alta Bioseguridad (Co.Bi.Se)-, emplazado en la localidad de Conscripto Bernardi en Federal, provincia de Entre Ríos, Motta no duda en confirmar su visión: “estoy convencido que hoy en día, quienes producimos, tenemos que pensar en la sostenibilidad no solo del medio ambiente, sino del producto en sí mismo; en lograr la mayor precisión en la trazabilidad desde el inicio del negocio –que en nuestro caso tiene lugar en la recepción de la genética–, hasta un producto listo para consumir. Y si pensamos en un concepto de bioseguridad, que es uno de los puntales de la trazabilidad, tuvimos razón cuando hicimos esa inversión.

    Por supuesto que la volvería hacer, e incluso estamos en camino de hacer un segundo Complejo de Alta Bioseguridad”. Por otra parte, el empresario señala que “esta premisa parte de un análisis de muchos años, desde que nuestros abuelos vinieron a la Argentina porque era una tierra de oportunidades. Y así fue, porque acá pudieron crecer y desarrollarse. Y aquí crecimos nosotros también.

    Nosotros tenemos que ver que esa oportunidad sigue tan perenne como la visionaron en aquel entonces, que Argentina sigue siendo un país a futuro lleno de oportunidades. Y si queremos seguir creciendo y queremos que nuestras familias sigan arraigadas en Argentina, tenemos que encontrar motores que sean autosustentables.

    Los que somos empresarios soñamos que nuestras empresas crezcan ordenadamente, para que nuestras familias puedan continuar en el mismo rumbo. Por eso creo que van a haber empresas que indudablemente van a tratar de mantener su caudal de producción, pero también van a haber empresas que van a tratar de ampliar su caudal de producción pensando en un fortalecimiento y una ampliación del mercado interno producto de un crecimiento vegetativo.

    Y también van a pensar en un crecimiento producto de la exportación, ya que muchas empresas no solo están mirando el mercado interno desde hace años, si no que están mirando el mercado internacional que, lentamente y con mucha dificultad, lo hemos seguido desarrollando”. ¿Cómo se logra esto? Motta explica que “la empresa tiene ingresos genuinos que vienen de la venta.

    Cuando uno está en dos mercados, en el mercado interno y en el mercado externo, a veces es más fácil poderse sostenerse, porque lo que no da el mercado interno lo puede llegar a dar el mercado externo, o viceversa. Pero a veces también hay situaciones conflictivas como las que se registraron durante gran parte de 2018, donde habíamos olvidado el mercado externo, y luego costó lograr que responda rápidamente, al tiempo que el mercado interno estaba deprimido.

    Ahí es cuando un sector fundamental para poderse sostener la empresa y sostener las inversiones a futuro, es claramente, el financiero. Por eso es que la industria espera con ansias que el Gobierno reaccione rápidamente y que aparezcan créditos. “El sistema crediticio argentino se ha descompuesto, principalmente, porque las tasas se han disparado por arriba del 60%, lo cual, no atrae a la inversión.

    De ahí que aquellos que tenemos la posibilidad de estar en el mercado internacional exportando, todavía nos quede una variable de tomar créditos en dólares a una tasa que puede oscilar entre un 4/5% en dólares, con una amortización de 7 a 10 años, donde las inversiones se pueden seguir reencausando y pensando en el futuro.

    Esto es lo que debemos hacer como empresarios: seguir visionando el futuro. Si en el mercado interno, en este momento no podemos conseguir tasas adecuadas para hacer las inversiones que realmente tenemos previstas, tenemos que recurrir a la banca internacional. Para eso tenemos que tener muy buenos proyectos, sólidos, como para que ese crédito se sienta respaldado.

    Y en muchos de los casos no solo vamos a respaldar el proyecto en si mismo con su contenido, sino que vamos a respaldarlo con nuestro patrimonio, que ahí es donde realmente uno muestra definitivamente que tiene razón de ser empresario y de asumir riesgos, ¿no?”

    UNA GRAN FAMILIA

    Motta analiza la estructura familiar que existe dentro de su empresa y, al respecto, sostiene: “yo creo que el concepto de familia hace que se desarrolle una de las fortalezas. Unos de los primeros conceptos que desarrolla la familia como empresa es que al cabo de un tiempo, siempre se termina entendiendo que en la empresa, por más ganancias que se puedan obtener, solo hay que retirar lo que realmente se necesita para vivir bien, el resto hay que destinarlo siempre a la reinversión.

    Lo que aparece a veces como un castigo, al final del camino muestra que siempre es una oportunidad, porque es la bandera del crecimiento”. Y agrega: “nosotros idealizamos lo que llamamos el Grupo Motta, porque lo vemos como un gran paraguas donde el sostén de ese gran paraguas sigue siendo la familia y en donde no hay que confundir a veces los liderazgos o las conducciones. Las decisiones tienen que ser participativas, pero no tienen que ser deliberativas en forma permanente.

    Quienes conducen tienen improntas personales y también recurren a asesores, las vías gerenciales, que son las líneas de abastecimiento de la fuente de enriquecimiento permanente que tienen las empresas. Lo que se trata de hacer en un paraguas es la similitud de un árbol, es decir, que tenga un muy buen tronco y detrás de él, todas las ramas que se puedan llegar a desarrollar, serán espectaculares. Y van a ser fuertes en la medida que haya sido cuidado el tronco, que es justamente el verdadero capital que tiene la empresa”.

    AMBITO DIRIGENCIAL

    Claramente, existe en todo dirigente una fuerte vocación por ejercer ese rol, la cual se va solidificando con su accionar a medida que éste se va formando. Héctor Motta se inició en la dirigencia empresaria en el año 1970, cuando fundó el Centro Comercial Industrial de Crespo. Luego, ya inmerso en la industria avícola –en ese momento como incubador– fue uno de los fundadores y también presidente de la Federación Avícola de Entre Ríos. En su paso por la Cámara Argentina de Productores Avícolas (CAPIA) ocupó la presidencia durante 21 años consecutivos y llevó la entidad a lo más alto del plano regional y mundial, a través de sus presidencias en la Asociación Latinoamericana de Avicultura (ALA).

    “Mi participación en la Asociación Latinoamericana de Avicultura me llevó a recorrer países, conocer gente, difundir la avicultura, acompañar a profesionales del arte de curar –como les digo yo a los veterinarios–, fuimos haciendo un camino al andar”, recuerda Motta.

    Su carrera dirigencial no sólo se limitó al sector avícola, su interés en la transformación de la agroindustria lo llevó a ser uno de los fundadores de la Unión Industrial de Entre Ríos, para luego participar también en la Unión Industrial Argentina, donde actualmente integra la Junta Directiva del Comité Ejecutivo. Claro que la vida de un dirigente requiere de una dedicación que muchas veces se contrapone con otros intereses.

    “Para llevar adelante una carrera dirigencial, uno debe estar profesionalmente sólido para poder emprender. En segundo lugar uno tiene que tener ganas de hacer, y a estas ganas de hacer hay que aportarle valor. Cuando uno le aporta valor tiene que saber que va a a ganar muchas cosas, pero que también que se van a perder muchas otras… principalmente en lo personal y en lo familiar: esto hay que tenerlo muy en claro y hay que hacérselo entender a la familia para que ese tronco que hablamos que tiene que nacer sólido, tenga esa fortaleza desde el inicio. Yo creo que si esto existe, hay que contagiar a la juventud para que sienta que ellos son los verdaderos líderes del presente y del futuro, para que se vean consustanciados y que ellos mismos vean la tarea de buscar nuevos líderes, que posiblemente van a ser sus hijos, sus seguidores. Esta es la forma de multiplicar la capacidad de la dirigencia empresarial, no solo empresaria”, aconseja Héctor Motta.

    ¿Se siente conforme con lo hecho hasta ahora?

    Yo más que nada soy un agradecido a Dios por todas las oportunidades que me ha dado. Tal es así que mi plegaria diaria a Dios consiste en agradecer todas las posibilidades que me ha dado, que me ha regalado.

    La posibilidad de haber conocido mucha gente, de poder convivir con mucha gente, de llevarme bien con mucha gente y de poder haber tenido mi vida en familia de la mejor manera ordenada y de querernos mucho, porque nunca hay que esquivar de decirle a quien uno tiene cerca que realmente lo quiere mucho.

    Lo mismo con los amigos… yo creo que a veces al amigo uno no le dice que lo quiere mucho, pero a veces el trato cotidiano, el respeto, el afecto hace una forma de expresarlo que realmente el quererse hace bien, es una fortaleza del ser humano. Así que yo soy un agradecido de la vida, esa es la realidad.

    ¿Qué país sueña para sus nietos?

    El mejor, indudablemente. Y cuando hablo del mejor –porque dicen es muy fácil definir con una palabra “el mejor país para mis nietos”–, creo que un país donde haya igualdad. Como yo creo que la desigualdad va a existir siempre, porque va a haber gente que está convencida que hay que trabajar mucho, otra que hay que trabajar algo y otra que no hay que trabajar y se puede vivir igual, entonces digo, que sea el arte de encontrar quienes gobiernen en un país en donde sea lo más igual posible.

    En esa igualdad posible, vamos a tratar de que los pobres sean cada vez menos, que exista una inserción social importante, porque si es así, indudablemente va a haber muchas expresiones menos negativas en la calle que serán reemplazadas por muchas reacciones proactivas, y la proactividad en el ser humano lo lleva a hacer cosas y a consustanciarse con ideales. Y el ideal genera la posibilidad de soñar.

    Cuando uno empieza a idealizar y a soñar, lo que único que queda por hacer es realizarlo, y en la realización –justamente ahí– se acopla la vocación y el trabajo. La síntesis es el éxito, no cabe ninguna duda.

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