El Día del Veterinario entrevistamos a Pablo Ramos, Médico Veterinario y Gerente Comercial del área Aves de Biofarma, quien aportó una mirada profunda, histórica y técnica sobre un eslabón imprescindible —aunque muchas veces invisible— de la agroindustria argentina: el Médico Veterinario especializado en avicultura.
Ramos realizó repaso sobre el nacimiento de la profesión en 1883 en Santa Catalina (Lavallol), cuando se iniciaron los estudios formales, tanto de veterinaria como de agronomía. “En 1887 salió la primera camada de egresados con 10 agrónomos y 3 veterinarios”, contó. Lo que siguió a partir de esa fecha fue la profesionalización paulatina de una disciplina clave para la salud y el bienestar animal, que fue tomando distintos caminos según las necesidades del sector agropecuario. Sin embargo, la especialización en avicultura fue por largo tiempo una rama poco popular dentro de la medicina veterinaria. Y sigue sin serlo. Hasta hace muy poco éramos pocos, pero por suerte hay mucha gente joven que se ha incorporado”, expresó Pablo Raamos, quien reconoce una fascinación particular por esta especialidad y le dedica elogios a quienes lo antecedieron.
El veterinario avícola, tal como lo describe Ramos, es un profesional que ha debido formarse en un terreno prácticamente desconocido décadas atrás, cuando los volúmenes de información sobre producción avícola eran escasos y de difícil acceso. “La avicultura industrial en el mundo arrancó en la década del ‘60. En la década del ‘80 y ‘90, la nutrición era una ciencia oculta. Un alquimista y un nutricionista veterinario estaban más o menos cerca en ese entonces, no había información”, recordó con humor.
La respuesta a esa escasez de datos fue el trabajo colaborativo. Veterinarios con inquietudes comunes empezaron a reunirse en asociaciones como AMEVEA, GTA o GEA del Sudeste, espacios donde “diez cabezas piensan más que una”. Eran ámbitos de aprendizaje horizontal donde cada experiencia contaba: “me pasó esto, yo hice esto, me fue bien; yo hice esto, me fue mal”, rememoró.
La transmisión informal del saber empírico fue clave para afrontar desafíos como la leucosis aviar, que estalló en los ‘90. Según lo describió, entrar a una reunión de GTA era como “estar en un cuartel central de la resistencia francesa durante la Segunda Guerra Mundial”.
Durante la entrevista, el destacado profesional también rindió un homenaje a los pioneros que marcaron el camino y fueron mentores de generaciones posteriores. Nombró a figuras emblemáticas como los doctores Perotti, Arnaldo Colusi, Luis Grieco, Willy Craig, Mateo Delamer, Llorens, Mario Plano, Héctor Arbiza, Mario Jáuregui Lorda, el vasco Elizagaray, Roy Micheluzzi, Bobby Visser, Raúl Buthay, Leonardo Leiva, Cora Espinoza, Silvia Viora, María Luisa Sandro, el Dr. Lucotti, Fernando Mattioli, José Luis Birador, Jorge Venturino, Juan Trinidad, Oscar Sené, Benajmín Gadea, Fonseca, Rubén Fernández Lago, Carlos Delmonte, el Chueco Degiorgi, Raúl Novella, Horacio Gamero,Yari Lucerna, Lucas Sara, Oscar García Trevin, Fernando Navarro, Jorge Guillermo García, entre otros.
También hizo un reconocimiento emocional al Dr. Risler, fundador de Biofarma: “Fue un ser humano único, un emblema de la empresa”.
Con emoción y respeto, Pablo Ramos compartió no solo su testimonio profesional, sino también el invaluable legado de una generación de veterinarios avícolas que, en silencio y con gran audacia, impulsaron una de las industrias agroalimentarias más dinámicas y competitivas del país.
Su relato es una invitación a mirar más allá del animal de producción y reconocer la complejidad técnica, el compromiso ético y la vocación que definen a estos actores estratégicos dentro del sistema agroindustrial argentino.