La industria avícola argentina atraviesa un momento bisagra. Luego de que el país fuera autodeclarado libre del reciente brote de influenza aviar, autoridades del sector buscaron reactivar vínculos comerciales clave en el marco de la feria ANUGA 2025, realizada en Colonia, Alemania. Carlos Sinesi, director ejecutivo del CEPA, explicó que es fundamental recomponer la confianza con los mercados internacionales: “Estar cara a cara con los clientes creo que es lo mejor que les puede pasar a las empresas para poder expresar estos deseos de continuar las exportaciones”, afirmó, aludiendo a la necesidad de presencia física más allá de la conectividad tecnológica.
En ese contexto, Sinesi hizo hincapié en la alta relevancia que tiene el comercio exterior para sostener y expandir la producción. “El incremento de la producción va a estar dado por la exportación. Esperamos terminar el año lo mejor posible y reabrir China lo antes posible”, manifestó. China resulta un mercado vital no solo por su volumen sino también por su demanda de productos específicos que no tienen gran consumo local, como las garras, las puntas de ala o los cuartos traseros. “Pagan muy bien por la garra”, detalló Sinesi, quien también mencionó a Corea del Sur como otro socio estratégico.
Mientras se trabaja en recuperar mercados foráneos, el consumo interno de carne aviar en Argentina sigue en niveles elevados, aunque con cierto techo de crecimiento. Según Sinesi, los argentinos consumen más de 120 kilos anuales en conjunto entre carnes bovina, aviar, porcina y pescado. Ante este panorama, la expansión de la industria solo es viable hacia afuera. Sin embargo, no se pierde de vista la evolución del consumidor local.
En ese marco, CEPA presentó los resultados de la tercera edición del estudio sobre creencias y hábitos del consumo aviar. A diferencia de ediciones anteriores, el estudio realizado este año fue cuantitativo, lo que permitió una mayor precisión en el perfil del consumidor. “Esto nos permite seguir creciendo. Sabemos que el negocio de cercanía para el consumidor es muy importante”, explicó Sinesi, destacando el rol del “pollero” como figura de confianza para muchos argentinos.
Uno de los hallazgos más llamativos del estudio es que, a pesar de la comodidad del supermercado, una parte significativa de la población prefiere comprar en pollerías barriales. “Conocen a la persona, el pollo está fresco, trozado en el momento… y muchas veces el precio también es competitivo”, enfatizó Sinesi. Además, si bien el precio sigue siendo un factor a favor del pollo, ya no es el único incentivo: la versatilidad en cortes, la posibilidad de elegir productos elaborados y una percepción positiva del sabor y la calidad, refuerzan su lugar en la dieta diaria.
El estudio también reflejó un cambio cultural respecto al lugar que ocupa la carne aviar. “Antes, si pedías una milanesa, te traían de ternera directamente. Hoy te preguntan: ¿pollo o carne?”. Este cambio evidencia que el pollo ha dejado de ser la opción económica para transformarse en una elección habitual y preferida por muchos consumidores, algo que las empresas ya están considerando para ajustar sus estrategias de marketing y distribución. Según Sinesi, “la gente ya asumió que come pollo todos los días”.