En el corazón de Aldao, un pequeño pueblo pegado a San Lorenzo (Santa Fe), se encuentra una granja que está marcando un antes y un después en la avicultura argentina. Se trata de Ekkohuevos, el emprendimiento liderado por Pablo Campitti, su hermano Aníbal y su socio Carlos, que se convirtió en el primer establecimiento del país certificado por SENASA para la producción libre de jaula. Lejos de ser una moda pasajera, esta forma de crianza responde a un cambio profundo en los hábitos de consumo y en la mirada sobre el bienestar animal.
La historia de Ekkohuevos es, como la de muchas pymes argentinas, una mezcla de ingenio, riesgo y pasión. Pablo y Aníbal venían del rubro gastronómico y, tras el cierre de su restaurante durante la pandemia de 2020, vieron en la avicultura una oportunidad de reconversión. Con el impulso de Carlos, quien había experimentado con gallinas libres en el campo y traía consigo la visión europea del sistema, decidieron lanzarse de lleno a esta aventura. No fue fácil: importar equipamiento, adecuarse a normas inexistentes y diseñar una granja desde cero en plena crisis sanitaria, fue un desafío mayúsculo.
Ekkohuevos no sólo logró adaptarse, sino que ayudó a crear el marco normativo. Ante la falta de un protocolo específico, colaboraron activamente con SENASA en el desarrollo de la Resolución 280, hoy referencia nacional para la certificación de producción libre de jaula. El nivel de exigencia no es menor: auditorías europeas, controles de bioseguridad extremos, distancias mínimas entre galpones y un manejo sanitario modelo hacen de Ekkohuevos una granja reconocida incluso a nivel internacional.
La producción actual ronda las 15.000 gallinas, distribuidas en dos galpones con alimentación automática y acceso al pastoreo diario. La marca bajo la cual se comercializan los huevos en supermercados Carrefour es Huella Natural, donde la cara de Pablo aparece en los packs como símbolo de trazabilidad y compromiso. Este gesto, lejos de ser una estrategia de marketing, responde a una política global de la cadena francesa que exige visibilidad y responsabilidad por parte del productor.
Desde el punto de vista productivo, los huevos de Ekkohuevos presentan características particulares: yemas más amarillas, consistentes y sabrosas, gracias a una alimentación natural basada en maíz sin colorantes artificiales. “La gente muchas veces no sabe que el color de la yema puede manipularse con aditivos. En nuestro caso, lo único que usamos es el color natural del maíz”, explica Campitti. Esta transparencia es parte del ADN de la marca, que apuesta a educar al consumidor tanto como a nutrirlo.
Con una mirada puesta en el futuro, Ekkohuevos no se detiene. La empresa ofrece en su web www.ekkohuevos.ar una experiencia clara y didáctica sobre su modelo productivo, incluyendo videos que muestran a las aves pastoreando libremente, bajo estrictos estándares de sanidad. Como afirma Pablo: “Esto no es sólo producir huevos, es transformar la manera en que entendemos la alimentación”. Un mensaje claro, potente y necesario en un país donde la avicultura busca cada vez más sostenibilidad, eficiencia y ética productiva.