Cabaña Camila nació del oficio, pero sobre todo de la necesidad. Así lo compartió el Dr. Jaime Saponare, fundador y presidente de esta empresa avícola especializada en genética para aves de postura. Veterinario recibido en la UBA y con más de 17 años en el sector de alimentos balanceados y asesoramiento técnico, Saponare relató cómo su trayectoria lo fue encaminando inevitablemente hacia el mundo de las ponedoras comerciales. “La vida me fue llevando para el lado de ponedoras”, indicó, aunque aclara que nunca se vio como productor de huevos. Su inquietud por encontrar una alternativa de vida sostenible para su familia lo llevó a pensar en las cabañas genéticas como un modelo distinto de negocio.


En sus comienzos, Cabaña Camila funcionó con granjas y planta de incubación alquiladas, demostrando una prudencia inversora poco frecuente. Pero el crecimiento sostenido no tardó en llegar. La incorporación del veterinario Víctor González, ex Albaida, como tercer socio fue estratégica. “Él tiene muy buena expertise en la comercialización”, remarcó Saponare. La falta de pericia comercial en el núcleo familiar se compensó con esta alianza, vital para que la marca pudiera posicionarse y crecer en el mercado.
En cuanto a la genética, el camino no fue directo. Comenzaron representando a Shaver, una genética canadiense. Luego, debido a fusiones internacionales típicas del proceso de globalización, ese linaje fue absorbido por ISA (Francia), y posteriormente por Hendrix Genetics, originaria de Holanda. Actualmente, Cabaña Camila representa en Argentina a la reconocida genética Lohmann, símbolo de excelencia y confianza entre los productores: “Para nosotros tener Lohmann significaba subir un escalón más”, explicó Saponare. Destacó también que el cambio los posicionó mejor frente al cliente, ya que la marca por sí sola conlleva respaldo técnico y prestigio global.
La incorporación de Lohmann ha implicado no solo un cambio de marca, sino adaptar continuamente la estrategia técnica, dado que “la genética va cambiando año a año”. Según Saponare, una de las prioridades actuales de los criadores europeos —y por ende de las casas genéticas— es alcanzar resultados excelentes sin recurrir a la muda forzada, práctica no aceptada en muchos mercados. En ese contexto, los objetivos pasan por “lograr picos de producción muy altos y que sean muy persistentes”, apuntando a alcanzar las 100 semanas de vida útil de la ponedora con una productividad cercana a los 500 huevos y una calidad sostenida.
Cabaña Camila es hoy una empresa modelo que articula la ciencia, el profesionalismo y la adaptación comercial con un fuerte arraigo nacional pero mirando al mundo. A través de una estrategia clara de selección genética adaptada a las exigencias del mercado y al bienestar animal, el emprendimiento del Dr. Saponare y su familia demuestra cómo innovar en la avicultura desde una mirada local con estándares globales.

