En una industria avícola cada día más exigente y competitiva, la eficiencia comienza en el primer minuto de vida del pollito. Así lo afirma el médico veterinario Roberto Ricagno, una de las mayores autoridades regionales en reproducción y sanidad aviar. Durante una entrevista radial, Ricagno explicó que “las primeras 24 horas de vida del broiler son cruciales” porque allí se juega no solo la salud inicial del ave, sino la base para el desarrollo productivo que culminará en la planta de faena. “El acceso temprano al alimento, la moderación del sistema inmune y del tracto gastrointestinal, y la termorregulación son procesos clave que deben optimizarse desde el primer momento”, puntualizó.
Según Ricagno, la industria debe dejar de ver estas etapas como compartimentos estancos para integrarlas en un enfoque sinérgico. El desempeño final del broiler no puede entenderse sin contemplar cómo interactúan la genética, la incubación y las condiciones de crianza en granja. “No nos olvidemos también que la uniformidad la generamos en esas primeras horas”, subrayó, haciendo alusión directa a la creciente demanda de las plantas de faena por productos homogéneos, tanto para el mercado interno como para la exportación.
Uno de los temas centrales tratados en la entrevista fue la presión que hoy ejerce la genética sobre el manejo de las reproductoras. La industria exige aves más eficientes en peso, conversión y rendimiento de cortes, pero esa demanda complejiza la tarea de los productores primarios. “La reproductora tiene que ser una atleta”, dijo Ricagno. “Más delgada, con una curva de crecimiento muy precisa para garantizar una alta productividad de huevos fértiles en un cuerpo que tiene que cuidar sus reservas”. En ese sentido, destacó que tareas como la formación temprana del biotipo corporal, la masa muscular y la grasa de reserva deben ejecutarse con precisión quirúrgica, especialmente antes del fotostímulo, alrededor de la semana 21.
Otro de los desafíos estructurales que enfrenta la avicultura argentina tiene que ver con sus condiciones geográficas particulares. A diferencia de los países cercanos al Ecuador con fotoperíodos constantes, en Argentina hay importantes variaciones estacionales en la duración del día. Este factor repercute directamente en el momento y la efectividad del fotoestímulo aplicado para iniciar la etapa de postura. “Una reproductora es un reloj biológico que necesita condiciones precisas para funcionar”, explicó Ricagno, y destacó que este es uno de los principales contrastes que observa al trabajar con reproductoras en distintos países del mundo.
Por último, Ricagno enfatizó la necesidad de seguir evolucionando en términos de bioseguridad. “Independientemente de dónde se encuentre cada empresa, la bioseguridad tiene que ser un eje constante”, afirmó. Ejemplificó esta afirmación contando que en algunos países, antes de ingresar a una granja de reproductoras, se deben atravesar hasta tres baños sanitarios, lo que refleja el rigor con el que se maneja la sanidad en otras regiones. Este tipo de prácticas, en su visión, debería replicarse con mayor frecuencia en Argentina para seguir consolidando estándares de calidad que hoy definen la competitividad internacional del sector avícola nacional.