En un reciente informe difundido por la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de la Argentina (FADA), se dio a conocer que el peso de los impuestos sobre la renta agrícola cayó en diciembre, aunque sigue siendo extremadamente elevado. “Estamos hablando de una caída del índice de 4,6 puntos porcentuales aproximadamente”, señaló Fiorella Savarino, economista de la entidad, pero aclaró que “aún continuamos con un peso de los impuestos dentro de la renta agrícola que es más de la mitad. Actualmente es 56,3%”. Esto significa que, de cada 100 pesos de renta, 56 se destinan exclusivamente al pago de tributos.


El índice FADA mide qué proporción de la renta agrícola se destina al pago de impuestos, una cifra que resulta de deducir los costos totales del productor del ingreso por la venta de cultivos. Dentro de este esquema, los tributos nacionales no coparticipables —como los derechos de exportación y el impuesto a los créditos y débitos— siguen teniendo un peso preponderante. Savarino advirtió sobre una problemática estructural: “esa recaudación no retorna automáticamente a las provincias que son las que producen, en una actividad tan federal como es la actividad agrícola”.
Respecto al futuro inmediato del sector, las proyecciones productivas son alentadoras. “Se está esperando un crecimiento en maíz, alrededor del 16%, y también en trigo”, anticipó Savarino. No obstante, los precios internacionales no acompañarían en la misma medida. “Las estimaciones por el momento es que los precios se van a mantener en un escenario neutral, sin sobresaltos mayores”, remarcó.
En este contexto, la economista subrayó la importancia de avanzar en una reforma fiscal que alivie la carga y permita al productor enfrentar mejor la volatilidad de los mercados internacionales. “Las retenciones son un impuesto muy distorsivo para lo que es el sector agroindustrial”, sostuvo, y explicó que “los efectos inmediatos que tiene dentro de la economía es un desincentivo a la inversión y a la producción”. Así, el panorama técnico y económico plantea claramente una hoja de ruta: fortalecer la competitividad desde la política tributaria para que la producción vuelva a respirar con más fuerza.









