La industria avícola argentina ha sabido construir una sólida reputación en el escenario internacional gracias al enfoque riguroso en sanidad, vigilancia epidemiológica y bioseguridad. Rodolfo Acerbi compartió un diagnóstico optimista y desafiante: “el país está en el ámbito sanitario con un estatus muy bueno”, señaló, destacando recientes auditorías exitosas de la Unión Europea y Estados Unidos, dos mercados exigentes en materia de protocolos sanitarios.


Uno de los ejes fundamentales para enfrentar estos desafíos es la regionalización del estatus sanitario. En palabras de Acerbi, “tener un caso en un punto del país y bloquear todo el país realmente no tiene sentido epidemiológico”. Por eso, tanto desde el Senasa como desde el Comité Veterinario Permanente del Mercosur se trabaja activamente para que el mundo reconozca el concepto de regionalización o compartimentalización. Esto permitiría que un brote localizado no paralice el comercio avícola del país entero, como ya sucede con éxito en modelos aplicados por Estados Unidos.
No obstante, Acerbi remarcó que este enfoque debe estar acompañado por una prevención activa y una vigilancia sólida. En ese sentido, destacó que “hay una sensibilización muy importante de todos los actores” del sector, desde productores a técnicos veterinarios. Las notificaciones rápidas de cambios en la mortalidad de los animales y el cumplimiento de los protocolos establecidos por Senasa han sido determinantes para contener los focos detectados. “Cada establecimiento tiene un director técnico veterinario registrado en el Senasa, con obligación de notificar cualquier anomalía”, subrayó.
Uno de los mayores riesgos detectados en el ingreso del virus a las granjas tiene que ver con la actividad domiciliaria del personal. Casos documentados indican que granjas de alta bioseguridad fueron afectadas por operarios que criaban aves de traspatio en sus hogares. “La influenza entró caminando”, dijo Acerbi con elocuencia, aludiendo a la forma en que el virus se introduce a través del calzado o la ropa del personal. Esto llevó a que muchas empresas prohibieran a su personal tener contacto externo con aves, una medida dura pero necesaria ante la fragilidad del equilibrio sanitario.
Finalmente, entre los desafíos inmediatos, sobresale la necesidad de desarrollar una vacuna eficaz contra la influenza aviar que no “enmascare” la enfermedad, esto es, que permita una vigilancia transparente a nivel internacional. Sin embargo, hoy en día, en muchos mercados, la vacunación implica el cierre de exportaciones, lo que pone en jaque la inserción comercial de los países exportadores.
La articulación entre ciencia, política sanitaria y diplomacia internacional será un factor clave para sostener el crecimiento de una industria que, como la avícola argentina, ha demostrado estar a la altura de las exigencias del siglo XXI.
 
						

