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    Fernando Storni de CAF: feedlots, genética y mercados externos

    En una entrevista con los periodistas Adalberto Rossi, Patricia Aller y Eugenia Quibel, Fernando Storni —presidente de la Cámara Argentina de Feedlots (CAF)— analizó el presente y las perspectivas del sector ganadero intensivo en la Argentina. Desde los costos crecientes y la necesidad de mercados externos, hasta el potencial de la trazabilidad y la genética, el dirigente describió con crudeza los retos de una industria estratégica para la economía agroalimentaria nacional.

    “Un año raro”, definió Fernando Storni al analizar el 2023 para la ganadería intensiva. En diálogo con los periodistas de Radio Rural, el presidente de la CAF comentó que el contexto económico tuvo un fuerte impacto en los costos de producción: “El precio de la invernada durante la zafra no bajó y eso juega fuerte. Además, los insumos para alimentación subieron por retenciones, tipo de cambio y otros factores macroeconómicos. Hoy para cerrar un ciclo positivo hace falta esperar subas en el gordo hacia adelante”, explicó. La rentabilidad, en efecto, está atada a variables inciertas que complejizan la planificación de los feedlots en todo el país.

    Actualmente, una porción significativa de la carne que se consume en Argentina proviene de animales terminados en corral. “Es muy difícil encontrar carnicerías que vendan exclusivamente carne a pasto, sobre todo en los grandes centros urbanos”, precisó Storni. Según datos del SENASA, cerca del 40% de la producción nacional pasa por feedlots registrados, aunque el número real es mayor si se suman corrales no registrados que también utilizan alimentos balanceados u otros subproductos en la fase final de engorde. La carne de corral, en definitiva, se ha consolidado como una fuente primordial de abastecimiento urbano.

    Pero aumentar la producción y aprovechar todo su potencial implica un reto de mayor escala: apuntar a la exportación. “Si queremos crecer en volumen, debemos hacerlo con más eficiencia, no con más vacas —afirmó Storni—. Y eso nos obliga a mirar los mercados externos, y no cualquier mercado, sino los de calidad”. El mercado chino sigue siendo importante para la carne tipo commodity (especialmente de vaca de descarte), pero hay una demanda creciente en Asia que requiere carne con alto grado de marbling (infiltración de grasa), atributo asociado sobre todo a animales alimentados a grano en corrales durante largos períodos. Japón, Australia y Estados Unidos dominan ese segmento, y la Argentina busca posicionarse sin resignar calidad.

    Para acceder a estos mercados y consolidar su presencia, la industria argentina necesita mejorar en aspectos clave como la trazabilidad. Según explicó Storni, “el engorde a corral adoptó rápidamente la caravana electrónica por la cantidad de datos que genera, pero todavía no fluye la información a lo largo de toda la cadena”. El dirigente reclamó una trazabilidad integral que permita seguir al animal desde su origen hasta el frigorífico, y que los productores puedan identificar qué genética y qué manejo logran mejores resultados. “Eso se hace hoy en forma artesanal; necesitamos datos claros para premiar esa eficiencia”, destacó.

    Otro gran pendiente en la agenda productiva es el desarrollo genético. A diferencia de lo que ocurre en la agricultura o incluso en otras especies animales como aves y cerdos, la ganadería bovina local ha sido más lenta en avanzar en materia de genética de precisión. “En agricultura uno proyecta ganar gramos por año; en ganadería hablamos de razas, no de líneas genéticas, y eso limita las proyecciones. Es, en algún aspecto, la envidia de la ganadería hacia otras especies”, admitió Storni. Aunque algunas cabañas trabajan con tecnología de avanzada, aún queda mucho trabajo por delante para lograr animales más eficientes en conversión y calidad de carne.

    En resumen, la industria del feedlot argentino enfrenta desafíos múltiples: altos costos, escasa previsibilidad, creciente competencia internacional y exigencias sanitarias y comerciales cada vez más sofisticadas. Sin embargo, la carne argentina aún conserva una marca poderosa, especialmente en Europa —“una marca lograda”, como la describió el propio Storni—, que puede ser revalorizada si el país logra demostrar consistencia, valor agregado y trazabilidad confiable en su cadena de producción.

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