Para Marcelo Cáceres, la clave del futuro de la avicultura argentina se basa en “ajustar los pequeños detalles”, una premisa que cobra aún más valor ante un escenario productivo desafiante, donde la eficiencia determina la diferencia entre el éxito y la pérdida. En esta línea, el nutricionista apuntó al rol clave que cumple un viejo conocido, usualmente subestimado: la fibra. “Estamos levantando una bandera desde Cabaña Camila, con el propósito de que todas nuestras fórmulas incluyan niveles adecuados de fibra”, aseguró.


La comparación entre fuentes de fibra como el afrechillo de trigo y el pellet de girasol fue otro de los puntos destacados. “El pellet de girasol tiene una mayor concentración de lignina —alrededor de 8,9 contra el 3,1 del afrechillo de trigo— lo cual representa una mayor permanencia en la molleja del ave, fundamental para lograr una mejor molienda del alimento y favorecer un mayor consumo”, detalló Cáceres. Esto redunda directamente en la capacidad de la gallina para enfrentar las exigencias de la etapa de postura, cuando comienza a poner un huevo por día.
En este sentido, el especialista subrayó que los desafíos nutricionales de una ave no terminan en la primera postura. “La gallina sigue creciendo hasta la semana 35, pero empieza a poner a partir de la semana 19. Entre ambas etapas convive el crecimiento con la necesidad de producción, por eso es tan crítico que llegue con una molleja grande y funcional que le permita ingerir más alimento”, explicó. Un déficit en esa ventana se traduce —literalmente— en una caída en la curva de postura: “es como si se quedara sin gasolina”.
Cáceres también fue claro al momento de elegir una fibra recomendable desde el punto de vista nutricional: “Si el productor puede acceder sin problemas, el girasol, sin ninguna duda”, expresó. Esta afirmación se basa en su mayor aporte de fibra insoluble y en el tiempo de permanencia del alimento en la molleja, lo que genera un beneficio estructural a largo plazo en la salud digestiva del ave y, por ende, en su performance productiva.
Para la industria avícola argentina, la renovación del paradigma alimenticio en ponedoras no es simplemente una cuestión de innovación técnica. Es una estrategia de sustentabilidad que puede definir la competitividad de los productores frente a un mercado global exigente, que demanda eficiencia, bienestar animal y trazabilidad. La apuesta por la nutrición de precisión, con foco en la fibra, marca hoy el camino para sostener niveles elevados de producción sin comprometer la salud del plantel. Como bien sintetizó Cáceres: “Estamos preparando a la pollita con buenos niveles de fibra para que tenga un consumo que le permita, nutricionalmente, estar a la altura de la máxima exigencia”.

