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    El alma del asado: los parrilleros voluntarios detrás del récord solidario de FEPASA

    Mientras FEPASA se preparaba para batir un récord Guinness cocinando más de 6.500 kilos de pollo, un grupo de parrilleros voluntarios fue el corazón del evento. Tradición, emoción y compromiso comunitario se entrelazaron en una jornada inolvidable en Concepción del Uruguay.

    En un evento que combinó gastronomía, solidaridad y un intento de récord Guinness, los verdaderos protagonistas fueron los parrilleros voluntarios. Luis, Daniel y Jonathan, vecinos comprometidos y apasionados por el arte del fuego, se pusieron al hombro la tarea de asar más de 4.700 pollos en 270 metros de parrilla, con leña de Andubay y una dosis de paciencia y folclore entrerriano.

    Desde las seis de la mañana y con el mate en la mano, los voluntarios ya estaban encendidos, literalmente. “Esto no empezó hoy, fue una logística de toda la semana”, explicó Jonathan, destacando el trabajo de instituciones como la Escuela Industrial, que fabricó las estructuras de parrilla. “No es como hacer un asado en casa. Esto es otro nivel”, dijo entre risas Daniel, mientras explicaba cómo lograr un buen fuego: sin líquidos inflamables y con cocción lenta, como manda la tradición.

    Más allá de las brasas, el espíritu del evento fue profundamente emotivo. Luis, padre de Jimena —vicepresidenta de FEPASA—, no dudó en sumarse con pala en mano. “No me lo podía perder. Esto es para el recuerdo y es para el mundo”, expresó con orgullo. El vínculo entre empresa, comunidad y familia se hizo carne (o pollo, en este caso) en un evento único que unió generaciones y evocó memorias personales, como la de Paulino Ríos, tío de Daniel y antiguo empleado de la firma.

    El asado, para estos voluntarios, fue un acto de devoción: “nosotros decimos que esto es nuestro apostolado”, señaló uno de ellos. Cada uno de los que encendieron el fuego llevó consigo una historia, una emoción, una familia que lo respaldaba. En ese humo que flotaba en el aire, se mezclaban tradición, esfuerzo colectivo y el calor de una ciudad que respondió con entusiasmo.

    Con termómetros en mano para cumplir con las exigencias del Guinness, los parrilleros se adaptaron a una nueva era sin perder la esencia del asado argentino. “Nunca en mi vida medí la temperatura de nada en la parrilla”, confesó Daniel entre carcajadas. Pero esta vez, se trataba de algo más grande: poner a Concepción del Uruguay y a FEPASA en el mapa global, cocinando con amor y precisión.

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