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    Influenza aviar: una alerta que debe fortalecer, no frenar, a la avicultura argentina

    La confirmación de un nuevo brote de influenza aviar en la Argentina volvió a golpear la sensibilidad del sector agroindustrial y a despertar reacciones inmediatas en los mercados internacionales. China, uno de los destinos más importantes de las exportaciones de la industria avícola argentina, suspendió de manera preventiva las compras, recordándonos lo vulnerable que es la inserción comercial frente a enfermedades de alto impacto.

    Sin embargo, caer en el pesimismo sería un error. La avicultura argentina está frente a una oportunidad para demostrar madurez sanitaria. Los productores ya atravesaron un episodio crítico en 2023 y, gracias a la rápida acción oficial y privada, el país recuperó su estatus libre en tiempo récord. Esa experiencia debe servir como brújula en el presente.

    El verdadero mensaje de este nuevo brote es claro: la bioseguridad ya no es un requisito accesorio, sino el corazón de la competitividad internacional. Granjas abiertas, sin protocolos estrictos de ingreso, limpieza deficiente o controles laxos ya no tienen lugar en una industria que busca venderle al mundo. El mercado paga no solo por carne y huevos, sino por confianza.

    Por eso, lo que hoy se exige a la cadena avícola es disciplina: refuerzo de medidas en cada eslabón, comunicación transparente con los organismos de control y, sobre todo, un compromiso colectivo para evitar que un descuido individual ponga en jaque a toda la industria.

    La bioseguridad debe ser una condición “sine qua non” –en el presente y en el futuro– para todos los establecimientos productivos, no importa el tamaño del mismo o el lugar donde se encuentre asentado. Y dentro de cada establecimiento productivo debe prevalecer las mismas condiciones de asepcia que existen en un quirófano.

    La influenza aviar seguirá siendo un desafío global. Pero la Argentina tiene los recursos técnicos y la experiencia para sortearlo. Este brote debería leerse como una señal de alarma que nos recuerde que, en el comercio agroalimentario moderno, la sanidad es tan valiosa como la producción misma.


    Impacto económico y sanitario

    El brote no significa un colapso para la avicultura argentina, pero sí un golpe sensible. El país es el quinto productor mundial de carne de pollo y uno de los principales exportadores de huevo en polvo. La cadena avícola genera más de 100.000 empleos directos e indirectos, con fuerte arraigo en las provincias de Entre Ríos y Buenos Aires.

    La experiencia de 2023, cuando el país enfrentó una ola de brotes y logró recuperar su estatus sanitario ante la Organización Mundial de Sanidad Animal (OMSA), demuestra que el sistema de control funciona. Sin embargo, también deja claro que la enfermedad puede reaparecer y que la prevención es la mejor defensa.


    Bioseguridad: la clave para sostener la confianza internacional

    Especialistas y autoridades coinciden en que la reaparición del virus no debe interpretarse como una sentencia final, sino como un llamado de atención para redoblar las medidas de bioseguridad en todos los niveles de producción.

    Entre las recomendaciones más urgentes para los productores se destacan:

    • Refuerzo de controles sanitarios internos: limitar estrictamente el ingreso de personas, vehículos y equipos a las granjas.
    • Monitoreo constante: implementar sistemas de vigilancia epidemiológica que permitan la detección temprana de síntomas en las aves.
    • Protocolos de limpieza y desinfección rigurosos: desde el agua y los alimentos hasta la vestimenta del personal.
    • Capacitación permanente: asegurar que todos los trabajadores comprendan y apliquen las medidas de bioseguridad.
    • Comunicación transparente: colaborar con SENASA y mantener informados a los compradores internacionales sobre las acciones tomadas para contener el brote.


    Recuperar los mercados lo antes posible

    La estrategia para reabrir los mercados internacionales pasa por demostrar eficacia en el control del foco y rapidez en la recuperación del estatus sanitario. Países como Argentina pueden recurrir a la zonificación —la delimitación de áreas libres de la enfermedad— para sostener el comercio con socios que aceptan este esquema.

    Además, la diversificación de mercados cobra relevancia: mientras algunos destinos aplican suspensiones automáticas, otros reconocen los esfuerzos de control y permiten mantener abiertas las importaciones desde áreas no afectadas.


    Un futuro con desafíos y oportunidades

    La influenza aviar es hoy un fenómeno global que afecta a decenas de países. Su reaparición en Argentina es una advertencia clara de que la bioseguridad ya no es opcional: es el pasaporte para seguir participando del comercio internacional.

    Con disciplina sanitaria, cooperación público-privada y una comunicación estratégica hacia los mercados, el sector avícola argentino puede recuperar rápidamente su lugar en el mundo y salir de esta crisis fortalecido.

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