La sanidad aviar en América Latina enfrenta momentos críticos, y Argentina no es la excepción. Con brotes recientes de laringotraqueítis en Entre Ríos, el foco vuelve a posarse sobre la bioseguridad en las granjas, una deuda histórica del sector. “Lo de Brasil fue una alerta”, reconoció el Dr. Horacio Gamero durante la entrevista, quien advirtió que también se han identificado casos en otros países de la región. Según el especialista, el SENASA ha tomado cartas en el asunto reforzando controles fronterizos, aunque la prevención dentro del país continúa siendo deficiente en muchas áreas.
Gamero, con amplia experiencia asesorando empresas avícolas en toda Latinoamérica, traza un claro contraste entre lo que se hace en Argentina y lo que se ve en países más comprometidos con la sanidad. “Yo no conozco empresas acá en Entre Ríos y en la costa del río Uruguay que uno tome baño y se cambie 100% de ropa y calzado para entrar a producciones de parrillero”, enfatizó. La laxitud en las medidas sanitarias básicas, como el uso de filtros, duchas y vestimenta adecuada, contribuye a la propagación de patologías como la Influenza, Newcastle o la propia Laringo.
Las consecuencias de esta falta de rigurosidad se reflejan en los indicadores productivos. Según Patricia Aller, la mortalidad en República Dominicana supera el 6%, con conversiones por encima de 1.850, cifras similares a las que se observan en algunas zonas de Argentina. “Mirá la oportunidad que tiene nuestro país de trabajar en algunos aspectos para ganar al menos 150 gramos a la conversión en los resultados promedios”, apuntó Gamero, dejando en evidencia que la mejora es posible si se toma la decisión.
La problemática también impacta en la competitividad internacional. “Fijate que el resto de Latinoamérica no exporta”, dijo Gamero al comparar a Argentina con países como Perú, Ecuador o Colombia, donde, por estar más castigados por enfermedades endémicas, se vieron obligados a adoptar protocolos sanitarios estrictos. En nuestro país, por el contrario, la ausencia de eventos graves y la condición de “libre” de ciertas enfermedades llevaron a un relajamiento que hoy cuesta caro. “Creo que la única manera que encontró la industria de sobrevivir es aplicar lo que todos decimos que debemos hacer, pero que tanto nos cuesta hacer”, sentenció.
Finalmente, Gamero hizo hincapié en que la tecnología también puede apoyar estos esfuerzos de prevención y trazabilidad, mencionando el uso de vacunas vectorizadas para aves de larga vida. Estas herramientas permiten diferenciar infecciones naturales de inmunizaciones, aportando datos cruciales para mejorar la sanidad general del plantel. La industria avícola argentina, clave en el abastecimiento interno y con aspiraciones exportadoras, enfrenta el desafío de madurar y profesionalizarse desde la base misma de su estructura: la bioseguridad.