Pocos referentes del agro argentino pueden decir que transformaron las bases productivas de un sector como lo hizo Roberto Domenech en la avicultura. Con más de 60 años de experiencia en la actividad y 31 al frente de CEPA, el dirigente anunció que el 31 de julio dejará su cargo, aunque su legado ya está grabado en la historia del agro nacional. “He podido ser el medio para que el sector fuera visualizado en los comienzos”, recuerda con humildad, al tiempo que repasa cómo logró coordinar y profesionalizar un entramado productivo fragmentado y en ocasiones competitivo hasta el exceso.
Domenech destaca que a partir del trabajo con los productores, técnicos y empresarios del sector, fue posible instaurar una lógica diferente: dejar de exportar los excedentes y comenzar a producir específicamente para abastecer los mercados internacionales. “Tenemos que producir para exportar, no exportar lo que sobra”, fue la frase con la que marcó el camino hace más de dos décadas. Aquella visión supuso una reconfiguración de estrategias internas y comerciales, pero también un liderazgo capaz de moderar disputas y alinear objetivos. “Moderamos competencias excesivas, personalismos, envidias… y logramos que el sector se embretara para funcionar como un todo”, resume.
La construcción de consensos y el fortalecimiento institucional fueron dos pilares del modelo de Domenech, que destaca también el rol de los sindicatos y trabajadores avícolas: “Recibí cosas muy lindas de los tres gremios con los que trabajamos las paritarias. Realmente me llenó de orgullo”. Parte de esa confianza, según cuenta, proviene de conocer al sector profundamente, desde abajo: “Yo nací con ellos en la avicultura, los conozco desde el vestuario”.
Sin embargo, no todo son celebraciones. Domenech expresa su preocupación ante el rumbo de la política económica del gobierno actual, encabezado por Javier Milei. En particular, cuestiona los efectos de la apertura de importaciones y las condiciones comerciales desiguales que amenazan a la producción nacional. “No es lo mismo abrir las fronteras con simetrías. Acá hay condiciones cambiarias y productivas que hacen que el pollo brasileño entre más barato. Eso distorsiona los precios y desalienta la producción local”, advierte. La consecuencia de este fenómeno, asegura, es tan concreta como alarmante: “Levantan el teléfono, paran los camiones, pero vos acá estás programando la producción de 2026 y parte del 2027. No es una máquina eléctrica, es una máquina biológica”.
Sobre la actual competencia con Brasil no se guardó palabras. “En los noventa mirábamos a Brasil y nos dábamos cuenta cuán atrasados estábamos. Hoy volvemos a tener ese riesgo”, remarcó. La diferencia, según Domenech, es que ahora ya existe la estructura productiva y el conocimiento técnico, pero peligra el sostenimiento si no se protege con una política inteligente y equilibrada. “Muchachos, la avicultura no solo genera alimentos, genera trabajo y arraigo”, agregó, en respuesta a la mirada meramente comercial de algunos actores del sector que consideran importar pechuga brasilera como una opción rentable.
La entrevista dejada por Domenech, más que un balance de gestión, puede leerse como una hoja de ruta para lo que viene. En sus palabras resuena no solo la experiencia, sino la sensibilidad y el compromiso de quien dedicó su vida a construir una avicultura más sólida, competitiva y unida. Una avicultura que, gracias a su liderazgo, hoy tiene voz, objetivos claros y una capacidad productiva capaz de enfrentar tanto los vaivenes internos como los desafíos globales.